Como explicó Santo Tomas de Aquino, el mal no está en las cosas sino en las acciones. El mejor ejemplo está en las armas que pueden ser usadas para agredir pero también para defender, en ambos casos el bien y mal está en el uso que se le de; lo mismo con la medicina, puede ser para curar pero si es contraindicada puede deteriorar la salud.
El famoso cantante Chico Ché lo expresa de forma más simple y divertida en una de sus canciones donde dice:
"¿que culpa tiene la estaca, si el sapo salta y se ensarta?
, la culpa no es de la estaca si el sapo salta y se ensarta".
Por esta misma razón, no podemos culpar a los alimentos de la obesidad, ellos no tienen voluntad, no se meten en nuestra boca y los necesitamos.
El problema es de voluntad y los únicos que pueden resolverlo son los afectados.
Las medidas de reducir la obesidad a través de la regulación o impuestos que reduzcan la demanda de ciertos alimentos no va a cambiar los malos hábitos y en cambio afectará la economía de productores, distribuidores, comercializadores de alimentos y por supuesto, a los pobres que no llegan a cubrir sus necesidades nutricionales.
Compensar la escasez con programas de reparto de alimentos tampoco es solución por que lleva a la esclavitud. Cualquier persona que no depende de su trabajo para sostenerse sino de la voluntad de una autoridad, queda sometida a lo que esta mande.