Es un asunto en el que el orden tiene mucho que ver y puesto que esto es: poner cada cosa en su lugar y tener un lugar para cada cosa, es importante aprender a reconocer las señales que el cuerpo nos manda en torno a la necesidad de reponer los nutrientes.
Nuestro idioma cuenta con tres palabras para describir estos mensajes: antojo, apetito y hambre.
Nuestro idioma cuenta con tres palabras para describir estos mensajes: antojo, apetito y hambre.
Antojo: dicho de manera corta es el deseo de comer algo, no por que tenga hambre sino porque el placer de saborearlo, tiene que ver más con una cuestión emocional o "caprichosa", que por una necesidad. No aumenta con el tiempo, al contrario, se nos olvida. Enfermos, la nausea lo anula.
Si se presentan con frecuencia es muy importante fijarnos en todas las cosas que lo acompañan por que alguna o algunas son elementos que lo disparan, puede ser: un lugar, una hora, un olor, una imagen o imágenes, o una amistad. Reconocerlas nos va a ayudar a entender la causa de nuestra necesidad afectiva y ponerle un remedio cambiando una rutina.
Hambre: es la necesidad real de comer, que se intensifica conforme pasa el tiempo. Se siente un vacío en el estómago, mentalmente nos empieza a costar trabajo concentrarnos, nos puede llegar a doler la cabeza y nos sentimos débiles. Hay dos conceptos importantes que tiene que ver con esta sensación:
- El llegar a tener mucha hambre nos predispone a comer de más. Esta situación se puede evitar si planeamos que no pase demasiado tiempo entre dos comidas.
- Con una dieta balanceada con: azúcares, grasas, proteínas y fibras, podemos extender y mantener constante el flujo de energía por más tiempo. Por el contrario, una comida muy carga da de azúcares y harinas refinadas produce un aumento muy alto de glucosa en la sangre que es peligroso por lo que el organismo se ve en la necesidad de almacenarlo como grasa en el cuerpo; la glucosa remanente es poca, se consume rápido y regresa el hambre, no como antojo sino verdaderamente como hambre.
Apetito: es el interés o disposición que uno tiene entorno a comer o no. De alguna manera es la conclusión inconsciente a la que uno llega ponderando la intensidad del antojo, del hambre y en personas enfermas el asco o nausea.